sábado, 29 de noviembre de 2008

5 PREGUNTAS A HERIBERTO HERNÁNDEZ

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Por Luis de la Paz.
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La fuerza arrolladora de las nuevas voces literarias en el exilio cubano, ya se está haciendo sentir (es inevitable, es necesario). Como las anteriores, llegaron, comenzaron a labrar su propio espacio (incluso su territorio generacional) y de repente toman posición en el escenario que le corresponde (con unos se discrepa, con otros se establece más afinidad), conformándose el panorama artístico que habrá de concretar por los próximos años las nuevas tendencias, hasta que en su momento, otros vengan de relevo.
En esa corriente renovadora está Heriberto Hernández Medina, que ya ocupa un lugar destacado entre los escritores cubanos en Miami.
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1.—En los últimos meses han aparecido dos nuevos libros tuyos. ¿Son resultado de una repentina explosión creativa o del trabajo acumulado?

—Tengo el criterio que un poeta escribe los textos que puede, que necesita, que le hacen la vida más ligera, tolerable. El libro es una contingencia comunicacional, mercantil. Un medio. Las circunstancias le hacen reunir un grupo de textos por afinidad temática, bajo una estructura o en función de una tesis, cuando no intervienen factores más vulgares (los más frecuentes) como las exigencias de un editor, las bases de un concurso o la necesidad de cumplir ciertos parámetros que rigen la comercialización de la literatura como mercancía. Verdades como templos, el libro que salió bajo el sello de Iduna Ediciones, recoge una selección de los últimos textos escritos en Cuba, otros escritos en la ciudad de Lima y textos más recientes escritos en Miami, con la intención de dar una idea de lo que he hecho en los últimos años. En Los frutos del vacío, publicado bajo el sello de Bluebird Editions, he reunido toda mi poesía escrita desde 1983 hasta el año 2006, conservando el orden y la forma en que se publicaron (en Cuba) mis dos primeros libros, y adicionando tres libros posteriores, publicados parcialmente y de un modo muy disperso. La razón de hacer esto tiene que ver únicamente con la posibilidad de hacer un balance personal. En fin, no se trata de “una repentina explosión creativa", es “trabajo acumulado", concebido durante casi 25 años de usar la palabra como medio para estructurar todo cuanto hago.

2.—Has vivido en Cuba, Perú y ahora estás en los Estados Unidos, en Miami, donde destaca lo cubano. ¿Cómo valoras estas tres experiencias?

—La experiencia de haber nacido, haberme educado y obtenido una calificación profesional en Cuba es fundamental en mi formación como ser humano. Sustancial. Quizás, el hecho de vivir en un país cuyas estructuras de poder niegan las más elementales libertades y la individualidad misma, potenció en muchos de nosotros una curiosidad y una devoción inusual por el conocimiento y el estudio. Vivíamos en un castillo medieval y los viajes de “la comunidad", y luego el “éxodo del Mariel", hicieron caer el puente levadizo. Nuestra generación empezó a madurar la idea de que el mundo era algo diferente y la caída del muro de Berlín fue el detonante. Perú, y Lima en específico, fue la puerta de salida hacia ese mundo exterior. Un entrenamiento intensivo. Como cuando llevan a una bestia que ha vivido en cautiverio toda su vida a un ambiente natural controlado para que se adapte, antes de soltarlo en la selva virgen. El capitalismo del tercer mundo es una experiencia primitiva, esencial, que debería experimentar todo ser humano que ha vivido bajo un régimen totalitario. Desde el punto de vista social y cultural, Lima ha aportado elementos importantes a mi visión actual de las relaciones humanas. Estados Unidos ha generado un capitalismo caprichoso, casi de laboratorio, coartado por la interacción dramática, casi teatral, de los grupos de poder, por proteccionismos, subvenciones y un “checks and balances” cada vez más amordazado. Miami, que no resume en modo alguno esto, se ha ido acomodando, como una mujer inteligente, a los imperativos de sucesivas oleadas de emigrantes. Esto ha hecho de esta ciudad un destino cada vez más flexible, más tolerante y atractivo para los “hijos de la revolución cubana"; menos politizados, pero igualmente parricidas. Miami es cada día más Cuba, yo pude verlo apenas llegue acá, decidí quedarme y me alegra no haberme equivocado.

3.—Eres arquitecto. Si existiera alguna relación entre la arquitectura y la poesía, cuál sería el vínculo, y de qué manera se refleja en tu poesía.

—Siempre he pensado que un escritor debe tener un oficio del cual vivir. La arquitectura es el mío. Me gusta. Siempre me ha dado para vivir y me ha permitido escribir lo que pienso y decir lo que quiero sin tener que pensar al hacerlo, en la seguridad de los míos. El aporte de mi profesión a mi obra podría rastrearse en una visión estructurada de los textos o en algunas temáticas recurrentes, pero no creo que haya aportado otra cosa a la que no hubiese podido acceder por otras vías.

4.—Llevas en Miami unos ocho años, ¿cómo valoras la vida cultural de la ciudad?

—La vida cultural de la cuidad ha ido ganando espacios de tolerancia y generando hábitos de consumo que eran impensables, no mucho tiempo atrás. La correlación de fuerzas entre las primeras oleadas de emigrantes cubanos, conservadores y politizados en extremo, y las sucesivas oleadas, masivas o graduales, ha ido cambiando a favor de estas últimas, que han ido imponiendo hábitos de vida, de consumo y una nueva visión de la interacción social. Miami es hoy una ciudad saludable en términos culturales, que va generando sus propias opciones y que ha roto la inercia de un exilio “que nunca deshizo las maletas", y la está cambiando por la agitación de una sociedad que no quiere esperar a mañana para expresar sus ideas, exhibir su arte y hacer su vida en el sitio que, contingencias políticas ajenas a sus voluntades, les han propiciado.

5.—La internet ha crecido y es una fuerte importante de información y divulgación, ocupando los blogs un terreno cada vez más significativo. ¿Qué opinión tiene de las bitácoras?

—Los blogs son la muerte de la hegemonía en el uso de la información y en la divulgación del pensamiento y la expresión artística individual. Una metáfora de la libertad.
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Diario Las Americas. 11-29-2008.
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Luis de la Paz: La Habana, 1956 Salió de Cuba durante los dramáticos sucesos de la embajada del Perú y el posterior éxodo del Mariel, en 1980. Desde entonces reside en Miami. Fue miembro del consejo de editores de la revista Mariel, de Nexos de difusión electrónica y editor de El ateje, publicación cibernética. Ha recibido el Premio Museo Cubano de ensayo, por un trabajo sobre Dulce María Loynaz. Ha publicado los libros de relatos: Un verano incesante (Ediciones Universal, Miami 1996) y El otro lado (Ediciones Universal, Miami, 1999), y la recopilación de textos y documentos Reinaldo Arenas, aunque anochezca (Universal, Miami, 2001). Un cuento suyo es recogido en Cuentos desde Miami (Poliedro, 2004) y en Palabras por un joven suicida (Silueta, 2006). Es columnista de Diario Las Américas en Miami.

viernes, 14 de noviembre de 2008

LAS VERDADES DE HERIBERTO HERNÁNDEZ

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Por Félix Luis Viera.
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La pujante Editorial Iduna, radicada en Miami, se está convirtiendo en una especie de “equipo de rescate” de la obra inédita de talentosos escritores residentes en aquella ciudad, y de un poco más allá; ya hoy en día cuenta con un catálogo envidiable de talentosos autores cubanos exilados. La más reciente publicación de Iduna, Verdades como Templos, poemario de Heriberto Hernández Medina, confirma con creces lo antes dicho.
Conformado por tres partes –o quizás por tres poemarios– esta entrega de Hernández Medina ratifica lo que ya anunciara cuando diera a conocer sus primeros textos en la década de 1980: se destacaría entre sus contemporáneos por un verso esbelto, cadencioso, pero sobre todo por la polisemia del contenido, por la hondura de la imagen que, no obstante, resulta asequible.
Verdades como Templos, si bien comprende tres períodos de creación (“Los frutos del vacío”, piezas escritas aproximadamente en el decenio que finaliza en 1996; “Las sucesivas puertas, el frágil aire eterno", 1997; y “Verdades como templos", 1998-2006) lo cierto es que resulta de una unidad de estilo que afianza lo que hemos referido antes: Hernández Medina, a lo largo del tiempo, a lo largo del libro, mantiene aquella misma cuerda, y ese tono alto aún en los poemas más breves –que son pocos–, así como en los de menor fulgor en cuanto a contenido.
Difícil resulta entresacar ejemplos en un libro como el que nos ocupa, sobran los poemas que pudieran registrarse en las más exigentes antologías de la poesía cubana (de “adentro” y de “afuera") de la actualidad.
En la primera parte, desde el poema que inicia, “A quién culpar", observamos una alusión subyacente, un mundo apenas referido que va corriendo, angustia de por medio, por debajo de cada verso –he aquí, más que en las dos secciones posteriores, la polisemia antes citada–: la aflicción pincha en uno y otro poema, en uno y otro verso, como sucede en “No puedo asegurar":
No sé si será cierto que cuando callo nombro
la verdad que me mata o el miedo que me alienta,
avisa el poeta en este poema que, junto a “Hanging Judge”, “Panóptico” (de un muy logrado corte narrativo), “El Desterrado” y “Los Frutos del Vacío", se hallan entre los más altos exponentes de esta primera parte.
La segunda, “Las sucesivas puertas, el frágil aire eterno”, tiene como basamento fundamental cierta profundidad filosófica, sentenciosa, y, en alguna medida, se infiere, proponente.
En mi opinión es esta la parte más lograda del libro, aunque no resulten imprescindibles los epígrafes que, para cada poema, selecciona el autor (o, tal vez, él fue, en cierta medida inconscientemente, “seleccionado” por el contenido de las frases de otros con las que abandera los poemas), puesto que el valor de cada pieza no necesita calzo alguno: por el contrario, las inscripciones que encabezan los poemas les restan soberanía. Aun así, reitero que es la zona más alta del libro, donde más se luce la capacidad reflexiva de Hernández Medina, la que más matices para la reflexión propia nos envía. Destaco los poemas VII, VIII
No intentes mirar al cielo,
allí sólo has de encontrar luces vacías como las ciudades,
IX
quien dice muchacha ha dicho puerta,
quien dice un nombre de mujer
ha dicho puerta y ha grabado un número
y el XI, ejemplar en cuanto a transmutar elementos de lo cotidiano en valores de la universalidad.
La tercera parte, o el tercer poemario, “Verdades como Templos", que le da título al libro, es la saudade por los caminos recorridos, los restos de lo vivido en otras tierras, Cuba, Perú (donde estuvo exilado antes de partir para Estados Unidos) y ciertos sitios de Florida donde habitara para luego fijar su estancia definitiva en Miami. La saudade digo y por eso andan por aquí los versos más desgarradores del libro: “Un juego en la Nieve"
El tiempo no ha de importar,
no ha de importar la ausencia de la dama en el andén,
“Llegan cartas", poema en cuatro tiempos que parece resumir todos los dolores que causa la lejanía de la tierra, la casa natal y “Lamento”
En el ya próximo cielo de Lima,
esos astros velados por la niebla
son como mi memoria
simples testigos de cuanto he deseado olvidar
y cuanto olvido,
“Domingo en Chosica” y “Ese silencio” se hallan entre los más representativos de este manojo de suma fuerza dramática que, nunca, va a desembocar en el melodrama, aunque aquí y allá asome la lágrima contenida.
Nacido en 1964, en Villa Clara, Cuba, con Verdades como Templos, Heriberto Hernández Medina nos entrega un libro que se disfruta de principio a fin, un libro que deja marca en nosotros y, en la poesía, huella.
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Nota: Escrito originalmente para Cuba en el mundo.com, y publicado en México, el 14 de noviembre del 2008.
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Félix Luis Viera: Poeta, cuentista y novelista, nació en Santa Clara, Cuba, el 19 de agosto de 1945. Ha publicado los poemarios: Una melodía sin ton ni son bajo la lluvia (Premio David de Poesía de la UNEAC*, 1976, Ediciones Unión, Cuba), Prefiero los que cantan (1988, Ediciones Unión, Cuba), Cada día muero 24 horas (1990, Editorial Letras Cubanas), Y me han dolido los cuchillos (1991, Editorial Capiro, Cuba) y Poemas de amor y de olvido (1994, Editorial Capiro, Cuba); los libros de cuento: Las llamas en el cielo (1983, Ediciones Unión, Cuba), En el nombre del hijo (Premio de la Crítica 1983. Editorial Letras Cubanas. Reedición 1986.) y Precio del amor (1990, Editorial Letras Cubanas); las novelas Con tu vestido blanco (Premio Nacional de Novela de la UNEAC 1987 y Premio de la Crítica 1988. Ediciones Unión, Cuba), Serás comunista, pero te quiero (1995, Ediciones Unión, Cuba), Un ciervo herido (Editorial Plaza Mayor, Puerto Rico, 2003) y la noveleta Inglaterra Hernández (Ediciones Universidad Veracruzana, 1997. Reediciones 2003 y 2005).

sábado, 8 de noviembre de 2008

AGRAVADO POR LA NOCTURNIDAD / Carlos Pintado

Publicado originalmente en La primera palabra, el sábado 8 de noviembre del 2008.
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La poesía es un suceso nocturno, su escritura. El ejercicio medieval de ir al encuentro de la palabra que ha de nombrar cada acto, cada gesto en que recordamos haber estado, hemos de incurrir, o soñamos perpetrar con entera premeditación, nos hace cómplices del par indisoluble en que la nocturnidad es el inicio y el fin.
La noche no es, en este libro, el espejo natural en que se superponen múltiples oscuridades. Es la otra luz, ese otro sitio, iluminado apenas por las sutilezas del adjetivo justo, robado a las sombras por el ritmo que enaltece oquedades, donde el sonido de versos medidos con el patrón de oro destinan cada inflexión de la voz al sitio que más nos ampara.
Carlos Pintado no ensombrece, funda en las sombras una luz otra que es la noche. “La noche avanza breve por mi cuerpo", dice convencido de que, sólo en la oscuridad, otras palabras pueden ser también la luz u otro dibujo valioso.

martes, 4 de noviembre de 2008

LAS VENTANAS DE OTRO / Juan Carlos Valls

Publicado originalmente en La primera palabra, el martes 4 de noviembre de 2008.
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De cualquier manera, el que sale o entra a un pueblo, o a cualquier otro sitio, que pudiera ser también un libro, piensa en alguien. Yo he entrado y salido varias veces en este libro con ventanas, como una casa o un pueblo, y no me he sentido cansado. He reposado. He sentido esa placidez que propician los rincones más húmedos de las casas en que se ha vivido la niñez (aún en el recuerdo) o los sitios especialmente conocidos de un pueblo al que volvemos después de muchos años. Es literal. Yo he vuelto a la poesía de Juan Carlos Valls después de casi dos décadas y la encuentro verde y fresca como la hierba, no en un búcaro metafórico, sino falseando a nuestro favor la aridez de este potrero baldío que es el exilio.Todos nos asombramos de cómo hemos podido llegar “a ser este amasijo de temblores”, pero nos ha alcanzado firmeza y pulso para escribir, para llenar este vacío de palabras, que nos permitan abrir cada día las ventanas, domestica o librescas, amargas o incuso inexistentes. El poeta reivindica ese derecho y su capacidad para hacerlo. Este libro es el testimonio de eso. Recuerdo mis primeras lecturas de su poesía, en un tiempo en que la mesa poética rebozaba, a diferencia de la mesa real, de manjares deliciosos. Mi degustación agradecida.Hoy, que tratamos en vano de aligerar la mesa real, este libro viene a poner manjares ha tiempo olvidados en la, usualmente magra, mesa poética, que nos obliga a tocar con frecuencia la puerta de los maestros. Elliot, Perce, Milosz, Rilke; se han librado por unos días de mis molestas e inoportunas visitas, pues he estado acá, asintiendo a veces, negando otras por puro disentir, y complacido siempre al final de cada texto, como quien ha cobrado una pieza, conejo a faisán, en un bosque que pareciera depredado. ¿Dónde ha estado el poeta en estos días? Seguro molestando a Rilke o a Cavafis, que eso es lo único que sabemos hacer, cuando no estamos apaleando nuestra memoria o nuestros precarios dones.