(cortesía del blog Gaspar, El Lugareño)
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Por esos dias estaba de visita en Matanzas el poeta Roberto Méndez Martínez, que había escrito una amable nota para la solapa, el cual me acompañó a los talleres a recoger los primeros ejemplares. De regreso al hotel escribió, en una hoja de prueba que tomó de la mesa de uno de los impresores, unas palabras que leería mas tarde en la presentación del libro. Estas palabras manuscritas permanecieron durante muchos años dentro de un libro hasta que fueron encontradas casualmente.
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Puesto a hacer una definición para estos “Poemas” de Heriberto Hernández, sólo atino a decir que son la muestra de alguien que tiene una certera fe en la poesía.
Cada texto parece escrito, aunque alternen en ellos luces y sombras, con la misma tranquila razón, como si interrumpiendo por un instante al dialogo oral entrara en otro más palpable con la misma complicidad nuestra.
Poesía de larga respiración, contempladora de las formas, poesía de lápiz muy fino para dibujar muchachas, caracoles, espejos y a veces también poesía de tinta aguada que invade el papel con sus oleadas oscuras para recordarnos que existen el dobles y la muerte. Precedida por los ángeles de Rolando Estévez, imperturbables mediadores, esta creación se nos impone por su serenidad y el gesto con que deja lista la mesa para el convite de amistad y sabiduría.
Solo la vecindad con la plenitud marina impide a Heriberto Hernández el ser un “cuerpo invitado al baile las formas", un prisionero del arzobispo y de los fantasmas que se ocultan bajo la mesa. Única y poderosa razón, razón y pulso de arquitecto, guiadores de estos cánticos en que la memoria hila su único destino posible: el angélico.
....................................Roberto Méndez.
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Puesto a hacer una definición para estos “Poemas” de Heriberto Hernández, sólo atino a decir que son la muestra de alguien que tiene una certera fe en la poesía.
Cada texto parece escrito, aunque alternen en ellos luces y sombras, con la misma tranquila razón, como si interrumpiendo por un instante al dialogo oral entrara en otro más palpable con la misma complicidad nuestra.
Poesía de larga respiración, contempladora de las formas, poesía de lápiz muy fino para dibujar muchachas, caracoles, espejos y a veces también poesía de tinta aguada que invade el papel con sus oleadas oscuras para recordarnos que existen el dobles y la muerte. Precedida por los ángeles de Rolando Estévez, imperturbables mediadores, esta creación se nos impone por su serenidad y el gesto con que deja lista la mesa para el convite de amistad y sabiduría.
Solo la vecindad con la plenitud marina impide a Heriberto Hernández el ser un “cuerpo invitado al baile las formas", un prisionero del arzobispo y de los fantasmas que se ocultan bajo la mesa. Única y poderosa razón, razón y pulso de arquitecto, guiadores de estos cánticos en que la memoria hila su único destino posible: el angélico.
....................................Roberto Méndez.
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