miércoles, 10 de febrero de 2010

UNA NOTA MANUSCRITA (del poeta Roberto Méndez Martínez)

(cortesía del blog Gaspar, El Lugareño)
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Corría el año 1991. Mi primer libro sufría un dilatado proceso editorial (desde 1987) en la editorial Letras Cubanas y mi segundo libro (Premio "DAVID" de la UNEAC, 1989), había visto salir los premios de 1990 y vería salir los premios del 91, 92 y 93 sin que tuviese una fecha clara de salida de los talleres. Caridad Rodríguez, por entonces especialista del Centro Provincial de Literatura y editora de Ediciones Matanzas me pidió un libro para publicarlo. Como, no tenía yo más que unos pocos poemas de lo que sería mi tercer libro y los anteriores estaban comprometidos, me propuso hacer una selección de poemas de ambos libros. El libro se hizo en unas pocas semanas en el taller de divulgación de cultura, de una manera casi artesanal.
Por esos dias estaba de visita en Matanzas el poeta Roberto Méndez Martínez, que había escrito una amable nota para la solapa, el cual me acompañó a los talleres a recoger los primeros ejemplares. De regreso al hotel escribió, en una hoja de prueba que tomó de la mesa de uno de los impresores, unas palabras que leería mas tarde en la presentación del libro. Estas palabras manuscritas permanecieron durante muchos años dentro de un libro hasta que fueron encontradas casualmente.
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Puesto a hacer una definición para estos “Poemas” de Heriberto Hernández, sólo atino a decir que son la muestra de alguien que tiene una certera fe en la poesía.
Cada texto parece escrito, aunque alternen en ellos luces y sombras, con la misma tranquila razón, como si interrumpiendo por un instante al dialogo oral entrara en otro más palpable con la misma complicidad nuestra.
Poesía de larga respiración, contempladora de las formas, poesía de lápiz muy fino para dibujar muchachas, caracoles, espejos y a veces también poesía de tinta aguada que invade el papel con sus oleadas oscuras para recordarnos que existen el dobles y la muerte. Precedida por los ángeles de Rolando Estévez, imperturbables mediadores, esta creación se nos impone por su serenidad y el gesto con que deja lista la mesa para el convite de amistad y sabiduría.
Solo la vecindad con la plenitud marina impide a Heriberto Hernández el ser un “cuerpo invitado al baile las formas", un prisionero del arzobispo y de los fantasmas que se ocultan bajo la mesa. Única y poderosa razón, razón y pulso de arquitecto, guiadores de estos cánticos en que la memoria hila su único destino posible: el angélico.
....................................Roberto Méndez.
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