martes, 16 de diciembre de 2008

ESCUCHAR AL OTRO

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Nota: Esta entrevista fue publicada originalmente en Efory Atocha el 16 de diciembre del 2008.
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Por Arístides Vega Chapú.
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Tengo la impresión que la Isla, desde la distancia temporal y geográfica, se piensa diferente a como la pensamos los que estamos en ella. Ya nadie, como en los años anteriores a los ochenta, duda en reconocer la valía de los que están en ese otro lado de la amplia geografía con que se dibuja el mundo. Escuchar a Celia Cruz o leer a cualquiera de los escritores cubanos que residen fuera de Cuba ya no es un acto de irreverencia o valentía.
Las propias editoriales cubanas han publicado a escritores que no residen aquí. Algunos viajan hasta la Feria Internacional del Libro, en La Habana y logran espacios para presentar sus libros. Son pocos los que hoy, desde este lugar, creen que una decisión tan personal como el radicarse en otro país invalida a un autor a aparecer en antologías o estudios de la literatura cubana.
Presiento que hay prejuicios que tienen sus orígenes en tiempos ya superados. No se puede desconocer que muchos de los Premios Nacionales de Literatura, la más alta distinción que se le confiere a un autor por la obra de toda la vida, estuvieron años atrás silenciados, que muchas de las voces más importantes de la literatura actual nuestra lo estuvieron y hoy ocupan el lugar que sus obras merecen, siendo privilegiados por las editoriales y una política de promoción que se ha democratizado y ampliado, pues ya no hay demasiadas posibilidades para que desconozcamos las obras que privilegian nuestra cultura, se escriban en cualquier remoto paraje de la propia Isla, como sucedía años atrás.
No por gusto Teresa Mello, dirige un proyecto editorial en Santiago de Cuba, ni Pedro Llanes, una revista cultural en Villa Clara, o un Nelson Simón, desde la más occidental de nuestras provincias, uno de los proyectos editoriales más respetados del llamado interior del país, la editorial Cauce, o un escritor como Roberto Méndez, haya alcanzado un respetadísimo sitio, por su obra, desde su natal Camagüey.
No tengo otra intención que escucharlos a todos, a los que fueron o no mis amigos, o siguen o no siéndolo y ya no viven en la Isla. Propiciar un diálogo sincero y respetuoso entre todos adonde mis posibilidades puedan alcanzar. Entre ellos y los que decidimos permanecer en la Isla. Aquí van las primeras palabras. Escogido por la cercanía y la amistad. También por tantos años de desconocimiento de su obra en Cuba. No importa hasta dónde coincido o no con sus criterios. Solo me interesa escucharlo y compartir este diálogo con todo aquel que pueda y sepa escuchar al otro.
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Desde la poesía cualquier geografía es imaginaria.
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Un pez lanzado a un vacío en que gravitan letras, que a simple vista nada significan, es un curioso dibujo que en una privilegiada pared de la casa de mis padres puede aún testificar la vitalidad de sus trazos, a pesar de que han pasado más de veinticinco años que su autor, el poeta Heriberto Hernández Medina, les regalara. No es este el único recuerdo que se conserva del amigo. Libros de su autoría, manuscritos de sus primeros textos, recortes de algún que otro periódico o revista en que se le nombró o apareció algunos de sus textos, se suman a otros que la memoria preserva en ese espacial sitio que nada olvida.Importante voz de un impetuoso grupo de poetas que comenzó a mostrar sus primeros textos sobre la década del ochenta, premiado y reconocido por la comunidad literaria de la Isla, Heriberto Hernández Medina (Camajuaní, 1964), es aún hoy nombrado en esos pases de lista, tan usuales, cuando se teoriza de esa intensa etapa de los comienzos y consolidación de la promoción de los ochenta en Cuba.
Hubiera preferido contar que esta conversación tuvo por escenario mi casa, contar que mientras yo fumaba, él disfrutaba del café con que aún, a pesar de las carencias, recibo a cuanto amigo me visita. Pero esa posibilidad no existe hace ya muchos años, pues el poeta decidió radicarse primero en Lima y luego en Miami. Por lo que estas son preguntas enviadas y respondidas por la vía que la modernidad nos posibilita. Preguntas y respuesta sin vernos las caras, perdiéndome ese disfrute de la respuesta que en primer lugar ofrece el rostro.
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- Aún cuando comenzar por el principio no es nada original me gustaría me comentaras cuándo descubriste que podías convertir tus experiencias en poesía.

La métrica y la rima siempre fueron una presencia cotidiana en mi casa, por mi padre, que gustaba del punto espirituano, la décima y tocaba de oído el tres. Una enorme “Antología de la poesía en lengua castellana” que había en casa me hizo penetrar en este mundo. Ser consciente de que podía ser una manera de expresarme ocurrió mucho después. Considerarlo seriamente está muy vinculado a mi encuentro posterior con otros muchachos que también comenzaban, por esos tiempos, a considerar la poesía como una vocación irrenunciable.
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- ¿Qué personas te gustaría recordar, ahora, que de alguna forma te hayan acompañado a lo largo de estos años de escritura?

Esos muchachos de entonces: Sigfredo Ariel y Pedro Llanes, que fueron como “los adelantados” de lo que fue después un grupo muy variado e importante para mí. Un gran amigo, el poeta Joaquín Cabezas de León. Un enorme poeta e intelectual, Roberto Méndez, que tuvo una gran influencia en mi poesía y en la consolidación de mi vocación. Decir que tú, sería casi como ser reticente, porque hemos recorrido el mismo camino, tomando a veces atajos diferentes, pero reencontrándonos siempre, como ahora.
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- Después de algunas décadas, que opinión te merece la promoción de los ochenta de la cual eres una voz imprescindible.

Se ha mitificado mucho y creo que nosotros hemos contribuido a ello bastante. Aún hoy recordamos aquella época y tendemos a dar una visión muy apasionada. Este 8 de diciembre se cumplen veinte años de los sucesos de la librería “El pensamiento” y si a Odette (Alonso) o a mí no se nos ocurre poner algo en nuestros blogs, nadie lo recordará. Ese suceso fue el fin de la inocencia. No porque creyéramos en nada ya, sino porque supimos de lo que era capaz un poder ilimitado, cuando imagina que hay algo que puede hacerlos peligrar. Fue para mí, el fin de toda una etapa en la que la poesía podía encausar cada una de nuestras frustraciones. Pertenecer a la promoción de los ochenta fue para mí muy importante y creo que lo que pudimos hacer o escribir, lo fue también para la cultura cubana. Hoy tengo muchas razones para sentirme defraudado por muchas de las personas que fueron objeto de mi más absoluta devoción, pero no soy quien para juzgar. Están los libros, y algunos son ya imprescindibles.
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- ¿Cuál es el saldo que en tí dejó la circunstancia de ser parte, en tus inicios, de un grupo activo, comprometido con la escritura, excluido entonces de lo institucional y que tardó en publicar, sus primeros libros y con ello poder mostrar su valía?

En lo personal no tengo nada que agradecer a institución alguna. Cada logro o reconocimiento, si alguno tuve, lo pagué caro y siempre con trabajo, obstinación y sin renunciar a ninguno de mis principios. De la provincia donde escribimos nuestros primeros textos y a la que di no pocos “logros", nunca recibí ni una mínima retribución. Hasta hace poco, en que una amiga tuvo a bien poner una ficha y una foto mía en un sitio de internet, no figuraba siquiera como escritor. Los libros que publiqué en Cuba, salieron porque no había una manera de evitarlo, muchos años después de haber sido premiados y llenos de erratas. No creo que se hayan distribuido. Nunca he presentado un libro mío en público en Cuba y no conozco a muchas personas que tengan un ejemplar. El único saldo positivo de todos estos años fue el reconocimiento de muchos amigos, y lo que he escrito, que aún despierta el interés de algunas personas y hace que me sientan como alguien cercano.
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- ¿Lees con cierta asiduidad la poesía cubana, entendida esta por la que se escribe dentro y fuera de la isla? ¿Te interesa mantenerte al tanto de lo que se escribe hoy en Cuba?

Leo todo cuanto cae en mis manos y lamento no estar más al tanto de lo que se escribe en Cuba. El internet ha ayudado, pero el control y lo limitado del acceso dentro de la isla lo hacen todavía muy precario. Me interesa mucho.
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-¿En qué ha cambiado (o no) tu poética desde Discurso en la montaña de los muertos (1986) a lo más reciente que has escrito?

Mi poesía (hablar de una poética, mía al menos, me parece exagerado) ha cambiado lo mismo que yo. Tú me conoces mejor que nadie. Creo que sigo siendo impulsivo, apasionado e independiente. Mi poesía sigue siéndolo. Si algo ha cambiado tiene que ver con las formas. Es menos ambiciosa en lo formal, más contenida en el uso de recursos expresivos o en la búsqueda de sonoridades.
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- ¿Hay algo que te interese más que la Poesía?

Si, descansar. A veces estoy muy cansado.

- Tu obra se ha levantado (o sostenido) desde geografías muy diversas. Te propongo que me definas con pocas palabras sitios que supongo significativos para ti.

Camajuaní: Un pueblo del cual tengo algunos recuerdos imborrables. Lo demás es el paisaje, el paisaje de la infancia te acompaña el resto de la vida. Allí están toda mi familia y algunos buenos amigos. En mi poesía pueden verse sobre todo alguna veladas referencias al paisaje y al universo sonoro del pueblo.
Santa Clara: Mi primer libro se escribió allí. Fue la etapa más creativa de mi vida. En la que la poesía tenía un lugar más importante. Una ciudad donde la gente respetaba a sus artistas y las instituciones, sus caciques de turno, los detestaban.
Matanzas: Nunca me sentí ni me siento matancero, aunque me trataron allí como si hubiese nacido en esa ciudad. Nunca me sentí cómodo con las formalidades y los rituales salonescos de esta ciudad que añoraba las glorias del XIX en medio de las miserias de la segunda mitad del XX. Tengo recuerdos muy gratos, algunos buenos amigos y es el sitio que tiene, en lo contextual, una mayor presencia en mi poesía. Allí pasé también los momentos más amargos de mi vida en Cuba.
Lima: Escribí poco en esta ciudad, pero fue una experiencia sustancial. Muchas cosas se escribirían después. Creo que hay deudas que no he saldado aún. Al encuentro de una cultura popular joven y ecléctica como la nuestra con una cultura ancestral, rica y poderosa, se suma además la inmadurez con que sale un cubano al mundo libre. La experiencia de enfrentarse al capitalismo primitivo de Sudamérica es muy impactante y exige una capacidad enorme para sobreponerse y reinventarse una forma de sobrevivir.
Miami: Después de Lima, Miami es una ciudad que puede asimilarse con relativa facilidad. Conectarse emocionalmente con ella es algo que a veces resulta más difícil, a pesar de que nuestros antecesores la han ido edificando a imagen y semejanza de las ciudades cubanas que aún habitan en sus imaginarios. Una vez le escribí a una amiga que Miami era como hubiese sido Cabaiguán si no hubiese llegado Fidel, y creo que no exageraba. Sigue siendo algo provinciana y con costumbres vagamente rurales. Vivo y escribo en ella con cierta paz, sobre todo en los últimos años, en que he estructurado mejor mi vida y la ciudad comienza a mostrar una creciente vida cultural.
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- ¿Es propicio el ambiente cultural de Miami para tus proyectos?
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La pregunta no es tan ingenua. A pesar de que esa ciudad es parte de nuestra historia personal pues dudo que a estas alturas alguien de aquí no tenga un familiar o un amigo, allá. Miami sigue siendo para muchos de nosotros un sitio imposible de imaginar con la información antagónica que recibimos. Algunos dicen no existir vida cultural, otros, por el contrario, aseguran existe un movimiento muy vital en muchas manifestaciones artísticas. Uno puede ver una foto de la Feria Internacional del Libro, que tiene a esa ciudad por sede, y se asombra de la participación popular, como también se asombra que a estas alturas se le niegue la visa a un artista cubano o se descalifique a otros por una supuesta pertenencia al otro bando, del que quedamos todos los que vivimos en la Isla. En fin que me gustaría saber de ti cuál es el estado actual de la cultura en esa ciudad.
La desinformación es la madre de la manipulación política. Durante veinte años el régimen de Cuba mantuvo un control total de la información acerca del resto del mundo y especialmente sobre los Estados Unidos y Miami. Eso ahora es más difícil pero continúa de algún modo. Los cubanos de las primeras oleadas del éxodo no están mejor informados sobre Cuba. Algunos hablan aún de una Cuba que ni tú ni yo conocimos, pero no son gravitantes ya en la vida cultural de Miami. La vida cultural en Miami es muy diversa, compleja y rica. Miami podría convertirse, en las próximas décadas, en el destino cultural más importante de la América hispana. Se fortalece cada vez más como mercado de las artes visuales, el diseño industrial y la música. Se consolida como destino de la emigración económica temporal y se fortalece el poder político y económico de los latinos a nivel local y estatal. Creo que el idioma español será oficial, junto al ingles, en muy poco tiempo.
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- Muchos escritores cubanos que residen en otras partes del mundo han seguido publicando en las editoriales cubanas: Aramís Quintero, Damaris Calderón, Manuel Sosa, Frank Abel Dopico, entre otros. ¿Estarías dispuesto a compartir tu obra más reciente con nosotros, a través de una editorial cubana?

Nunca he ido a ningún lugar ni ante ninguna persona con un manuscrito escrito por mí para procurar publicarlo. Mi primer libro estuvo largos años en Letras Cubanas, a donde fue a parar porque un editor lo tomó de un concurso UNEAC del cual era jurado y lo puso a dormir en el llamado “colchón editorial”, hasta que decidieron sacarlo sin que sepa yo la razón, pero supongo que fue debido a mi premio David. Mi segundo libro, a pesar de ser premiado en 1989, no salió hasta 1994. En Matanzas, cuando me pidieron textos para revistas, para Ediciones Vigía o para Ediciones Matanzas, los entregué y fueron publicados, lo que siempre he agradecido. Ninguna Editorial o editor cubano me ha contactado nunca interesado en mi poesía. No tendría ningún inconveniente en conversar con cualquiera que se interese en mi obra, con dos condiciones básicas: la primera es que no se condicione en ningún modo mi opinión, mi derecho a cuestionarme a la dictadura que oprime a mi país y lo segundo es que se me paguen mis derechos de autor. Esta segunda condición, como la primera, es un asunto de principios y no tiene nada que ver con la cantidad de la remuneración.
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- Por último me gustaría me comentaras sobre Bluebird Editions, sin dudas un proyecto difícil de sostener, en cualquier sitio, que supongo te exija tiempo y entrega.

Bluebird Editions es una empresa que hemos ido madurando con calma y que hemos emprendido en este momento porque se han dado las condiciones. Nos hemos unido tres amigos: los poetas George Riverón, Carlos Pintado y yo, con la intención de publicar libros de escritores cubanos en los Estados Unidos, en Miami, donde ser un escritor cubano es como no existir desde el punto de vista editorial para el resto del mundo. La mayoría de las editoriales españolas y latinoamericanas están en manos de gente de tendencia “progre", una forma de autodefinirse que han acuñado para adecentar la enfermiza simpatía que sienten los intelectuales europeos y latinoamericanos por la dictadura de los Castro. Puede que esto te parezca extremista, pero créeme. Cuando dices que eres un escritor cubano y que radicas en Miami, desaparece todo interés por tu obra. Con los concursos sucede otro tanto. Acá se vio como una novedad que yo ganara el Premio Internacional de Poesía Nicolás Guillén, en México, en el 2006. Estamos finalizando el 2008 y el libro, aunque he recibido las pruebas para revisarlas hace unos días, no creo que salga hasta el año que viene. No digo que haya una razón subalterna, pues nuestro amigo Agustín Labrada me lo hubiese dicho, pero no han faltado los que me lo han sugerido acá y no he sabido que decirles, porque es la práctica común. El caso es que decidimos hacer las cosas por nuestros propios medios y sólo deseamos poder sostenerlo, para lo cual contamos tanto con los escritores que viven en la isla como en el resto del mundo.
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Cruce de correos:
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Amigo, te agradezco el interés en saber lo que pienso sobre estas cosas. Si por alguna razón, lo que digo compromete tu tranquilidad o la de tu familia, lee esto como una simples confesiones personales y guárdalo o destrúyelo, que yo estaré agradecido igual. Tú no tienes que correr ningún riesgo para demostrar nada, pues todos conocemos de tu integridad.
Gracias. Heriberto Hernández.
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Gracias a ti, hermano, por responder mis preguntas. Mi integridad tiene que ver con mi honestidad. Y a estas alturas nada tengo que probarme, más allá de que aún me queda mucho por aportar, por escribir. Está claro que mi apuesta y mi compromiso es por Cuba, no solo por haber nacido aquí, sino por haberla escogido, y por su Cultura. Mi vida y mi obra lo demuestran.
Gracias a ti. Arístides Vega Chapú.

ARÍSTIDES VEGA CHAPÚ: (Villa Clara, 1962) Poeta, narrador y promotor cultural. Ha publicado trece libros de poesía: "Breve estancia de Cristo en la ciudad de Matanzas" (1989), "Finales de los años" (1993), "Últimas revelaciones en las postales del viajero" (1994), "La casa en el monte de los olivos" (1996), "Retorno de Selim" (1999). “El riesgo de la sabiduría” (2000). “El signo del azar” (2002), “De lo que se supone” (2002), “Días a la deriva” (2002), “Mensajes del pan” (2003), “Sagradas Pasiones” (2005), “Después del puente sobre las aguas” (2007), la antología personal “Que el gesto de mis manos no alcance” (2008) y su novela “Un día más allá”, por Bluebird Editions, Miami (2008). Reside en Cuba.

sábado, 29 de noviembre de 2008

5 PREGUNTAS A HERIBERTO HERNÁNDEZ

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Por Luis de la Paz.
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La fuerza arrolladora de las nuevas voces literarias en el exilio cubano, ya se está haciendo sentir (es inevitable, es necesario). Como las anteriores, llegaron, comenzaron a labrar su propio espacio (incluso su territorio generacional) y de repente toman posición en el escenario que le corresponde (con unos se discrepa, con otros se establece más afinidad), conformándose el panorama artístico que habrá de concretar por los próximos años las nuevas tendencias, hasta que en su momento, otros vengan de relevo.
En esa corriente renovadora está Heriberto Hernández Medina, que ya ocupa un lugar destacado entre los escritores cubanos en Miami.
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1.—En los últimos meses han aparecido dos nuevos libros tuyos. ¿Son resultado de una repentina explosión creativa o del trabajo acumulado?

—Tengo el criterio que un poeta escribe los textos que puede, que necesita, que le hacen la vida más ligera, tolerable. El libro es una contingencia comunicacional, mercantil. Un medio. Las circunstancias le hacen reunir un grupo de textos por afinidad temática, bajo una estructura o en función de una tesis, cuando no intervienen factores más vulgares (los más frecuentes) como las exigencias de un editor, las bases de un concurso o la necesidad de cumplir ciertos parámetros que rigen la comercialización de la literatura como mercancía. Verdades como templos, el libro que salió bajo el sello de Iduna Ediciones, recoge una selección de los últimos textos escritos en Cuba, otros escritos en la ciudad de Lima y textos más recientes escritos en Miami, con la intención de dar una idea de lo que he hecho en los últimos años. En Los frutos del vacío, publicado bajo el sello de Bluebird Editions, he reunido toda mi poesía escrita desde 1983 hasta el año 2006, conservando el orden y la forma en que se publicaron (en Cuba) mis dos primeros libros, y adicionando tres libros posteriores, publicados parcialmente y de un modo muy disperso. La razón de hacer esto tiene que ver únicamente con la posibilidad de hacer un balance personal. En fin, no se trata de “una repentina explosión creativa", es “trabajo acumulado", concebido durante casi 25 años de usar la palabra como medio para estructurar todo cuanto hago.

2.—Has vivido en Cuba, Perú y ahora estás en los Estados Unidos, en Miami, donde destaca lo cubano. ¿Cómo valoras estas tres experiencias?

—La experiencia de haber nacido, haberme educado y obtenido una calificación profesional en Cuba es fundamental en mi formación como ser humano. Sustancial. Quizás, el hecho de vivir en un país cuyas estructuras de poder niegan las más elementales libertades y la individualidad misma, potenció en muchos de nosotros una curiosidad y una devoción inusual por el conocimiento y el estudio. Vivíamos en un castillo medieval y los viajes de “la comunidad", y luego el “éxodo del Mariel", hicieron caer el puente levadizo. Nuestra generación empezó a madurar la idea de que el mundo era algo diferente y la caída del muro de Berlín fue el detonante. Perú, y Lima en específico, fue la puerta de salida hacia ese mundo exterior. Un entrenamiento intensivo. Como cuando llevan a una bestia que ha vivido en cautiverio toda su vida a un ambiente natural controlado para que se adapte, antes de soltarlo en la selva virgen. El capitalismo del tercer mundo es una experiencia primitiva, esencial, que debería experimentar todo ser humano que ha vivido bajo un régimen totalitario. Desde el punto de vista social y cultural, Lima ha aportado elementos importantes a mi visión actual de las relaciones humanas. Estados Unidos ha generado un capitalismo caprichoso, casi de laboratorio, coartado por la interacción dramática, casi teatral, de los grupos de poder, por proteccionismos, subvenciones y un “checks and balances” cada vez más amordazado. Miami, que no resume en modo alguno esto, se ha ido acomodando, como una mujer inteligente, a los imperativos de sucesivas oleadas de emigrantes. Esto ha hecho de esta ciudad un destino cada vez más flexible, más tolerante y atractivo para los “hijos de la revolución cubana"; menos politizados, pero igualmente parricidas. Miami es cada día más Cuba, yo pude verlo apenas llegue acá, decidí quedarme y me alegra no haberme equivocado.

3.—Eres arquitecto. Si existiera alguna relación entre la arquitectura y la poesía, cuál sería el vínculo, y de qué manera se refleja en tu poesía.

—Siempre he pensado que un escritor debe tener un oficio del cual vivir. La arquitectura es el mío. Me gusta. Siempre me ha dado para vivir y me ha permitido escribir lo que pienso y decir lo que quiero sin tener que pensar al hacerlo, en la seguridad de los míos. El aporte de mi profesión a mi obra podría rastrearse en una visión estructurada de los textos o en algunas temáticas recurrentes, pero no creo que haya aportado otra cosa a la que no hubiese podido acceder por otras vías.

4.—Llevas en Miami unos ocho años, ¿cómo valoras la vida cultural de la ciudad?

—La vida cultural de la cuidad ha ido ganando espacios de tolerancia y generando hábitos de consumo que eran impensables, no mucho tiempo atrás. La correlación de fuerzas entre las primeras oleadas de emigrantes cubanos, conservadores y politizados en extremo, y las sucesivas oleadas, masivas o graduales, ha ido cambiando a favor de estas últimas, que han ido imponiendo hábitos de vida, de consumo y una nueva visión de la interacción social. Miami es hoy una ciudad saludable en términos culturales, que va generando sus propias opciones y que ha roto la inercia de un exilio “que nunca deshizo las maletas", y la está cambiando por la agitación de una sociedad que no quiere esperar a mañana para expresar sus ideas, exhibir su arte y hacer su vida en el sitio que, contingencias políticas ajenas a sus voluntades, les han propiciado.

5.—La internet ha crecido y es una fuerte importante de información y divulgación, ocupando los blogs un terreno cada vez más significativo. ¿Qué opinión tiene de las bitácoras?

—Los blogs son la muerte de la hegemonía en el uso de la información y en la divulgación del pensamiento y la expresión artística individual. Una metáfora de la libertad.
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Diario Las Americas. 11-29-2008.
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Luis de la Paz: La Habana, 1956 Salió de Cuba durante los dramáticos sucesos de la embajada del Perú y el posterior éxodo del Mariel, en 1980. Desde entonces reside en Miami. Fue miembro del consejo de editores de la revista Mariel, de Nexos de difusión electrónica y editor de El ateje, publicación cibernética. Ha recibido el Premio Museo Cubano de ensayo, por un trabajo sobre Dulce María Loynaz. Ha publicado los libros de relatos: Un verano incesante (Ediciones Universal, Miami 1996) y El otro lado (Ediciones Universal, Miami, 1999), y la recopilación de textos y documentos Reinaldo Arenas, aunque anochezca (Universal, Miami, 2001). Un cuento suyo es recogido en Cuentos desde Miami (Poliedro, 2004) y en Palabras por un joven suicida (Silueta, 2006). Es columnista de Diario Las Américas en Miami.

viernes, 14 de noviembre de 2008

LAS VERDADES DE HERIBERTO HERNÁNDEZ

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Por Félix Luis Viera.
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La pujante Editorial Iduna, radicada en Miami, se está convirtiendo en una especie de “equipo de rescate” de la obra inédita de talentosos escritores residentes en aquella ciudad, y de un poco más allá; ya hoy en día cuenta con un catálogo envidiable de talentosos autores cubanos exilados. La más reciente publicación de Iduna, Verdades como Templos, poemario de Heriberto Hernández Medina, confirma con creces lo antes dicho.
Conformado por tres partes –o quizás por tres poemarios– esta entrega de Hernández Medina ratifica lo que ya anunciara cuando diera a conocer sus primeros textos en la década de 1980: se destacaría entre sus contemporáneos por un verso esbelto, cadencioso, pero sobre todo por la polisemia del contenido, por la hondura de la imagen que, no obstante, resulta asequible.
Verdades como Templos, si bien comprende tres períodos de creación (“Los frutos del vacío”, piezas escritas aproximadamente en el decenio que finaliza en 1996; “Las sucesivas puertas, el frágil aire eterno", 1997; y “Verdades como templos", 1998-2006) lo cierto es que resulta de una unidad de estilo que afianza lo que hemos referido antes: Hernández Medina, a lo largo del tiempo, a lo largo del libro, mantiene aquella misma cuerda, y ese tono alto aún en los poemas más breves –que son pocos–, así como en los de menor fulgor en cuanto a contenido.
Difícil resulta entresacar ejemplos en un libro como el que nos ocupa, sobran los poemas que pudieran registrarse en las más exigentes antologías de la poesía cubana (de “adentro” y de “afuera") de la actualidad.
En la primera parte, desde el poema que inicia, “A quién culpar", observamos una alusión subyacente, un mundo apenas referido que va corriendo, angustia de por medio, por debajo de cada verso –he aquí, más que en las dos secciones posteriores, la polisemia antes citada–: la aflicción pincha en uno y otro poema, en uno y otro verso, como sucede en “No puedo asegurar":
No sé si será cierto que cuando callo nombro
la verdad que me mata o el miedo que me alienta,
avisa el poeta en este poema que, junto a “Hanging Judge”, “Panóptico” (de un muy logrado corte narrativo), “El Desterrado” y “Los Frutos del Vacío", se hallan entre los más altos exponentes de esta primera parte.
La segunda, “Las sucesivas puertas, el frágil aire eterno”, tiene como basamento fundamental cierta profundidad filosófica, sentenciosa, y, en alguna medida, se infiere, proponente.
En mi opinión es esta la parte más lograda del libro, aunque no resulten imprescindibles los epígrafes que, para cada poema, selecciona el autor (o, tal vez, él fue, en cierta medida inconscientemente, “seleccionado” por el contenido de las frases de otros con las que abandera los poemas), puesto que el valor de cada pieza no necesita calzo alguno: por el contrario, las inscripciones que encabezan los poemas les restan soberanía. Aun así, reitero que es la zona más alta del libro, donde más se luce la capacidad reflexiva de Hernández Medina, la que más matices para la reflexión propia nos envía. Destaco los poemas VII, VIII
No intentes mirar al cielo,
allí sólo has de encontrar luces vacías como las ciudades,
IX
quien dice muchacha ha dicho puerta,
quien dice un nombre de mujer
ha dicho puerta y ha grabado un número
y el XI, ejemplar en cuanto a transmutar elementos de lo cotidiano en valores de la universalidad.
La tercera parte, o el tercer poemario, “Verdades como Templos", que le da título al libro, es la saudade por los caminos recorridos, los restos de lo vivido en otras tierras, Cuba, Perú (donde estuvo exilado antes de partir para Estados Unidos) y ciertos sitios de Florida donde habitara para luego fijar su estancia definitiva en Miami. La saudade digo y por eso andan por aquí los versos más desgarradores del libro: “Un juego en la Nieve"
El tiempo no ha de importar,
no ha de importar la ausencia de la dama en el andén,
“Llegan cartas", poema en cuatro tiempos que parece resumir todos los dolores que causa la lejanía de la tierra, la casa natal y “Lamento”
En el ya próximo cielo de Lima,
esos astros velados por la niebla
son como mi memoria
simples testigos de cuanto he deseado olvidar
y cuanto olvido,
“Domingo en Chosica” y “Ese silencio” se hallan entre los más representativos de este manojo de suma fuerza dramática que, nunca, va a desembocar en el melodrama, aunque aquí y allá asome la lágrima contenida.
Nacido en 1964, en Villa Clara, Cuba, con Verdades como Templos, Heriberto Hernández Medina nos entrega un libro que se disfruta de principio a fin, un libro que deja marca en nosotros y, en la poesía, huella.
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Nota: Escrito originalmente para Cuba en el mundo.com, y publicado en México, el 14 de noviembre del 2008.
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Félix Luis Viera: Poeta, cuentista y novelista, nació en Santa Clara, Cuba, el 19 de agosto de 1945. Ha publicado los poemarios: Una melodía sin ton ni son bajo la lluvia (Premio David de Poesía de la UNEAC*, 1976, Ediciones Unión, Cuba), Prefiero los que cantan (1988, Ediciones Unión, Cuba), Cada día muero 24 horas (1990, Editorial Letras Cubanas), Y me han dolido los cuchillos (1991, Editorial Capiro, Cuba) y Poemas de amor y de olvido (1994, Editorial Capiro, Cuba); los libros de cuento: Las llamas en el cielo (1983, Ediciones Unión, Cuba), En el nombre del hijo (Premio de la Crítica 1983. Editorial Letras Cubanas. Reedición 1986.) y Precio del amor (1990, Editorial Letras Cubanas); las novelas Con tu vestido blanco (Premio Nacional de Novela de la UNEAC 1987 y Premio de la Crítica 1988. Ediciones Unión, Cuba), Serás comunista, pero te quiero (1995, Ediciones Unión, Cuba), Un ciervo herido (Editorial Plaza Mayor, Puerto Rico, 2003) y la noveleta Inglaterra Hernández (Ediciones Universidad Veracruzana, 1997. Reediciones 2003 y 2005).

sábado, 8 de noviembre de 2008

AGRAVADO POR LA NOCTURNIDAD / Carlos Pintado

Publicado originalmente en La primera palabra, el sábado 8 de noviembre del 2008.
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La poesía es un suceso nocturno, su escritura. El ejercicio medieval de ir al encuentro de la palabra que ha de nombrar cada acto, cada gesto en que recordamos haber estado, hemos de incurrir, o soñamos perpetrar con entera premeditación, nos hace cómplices del par indisoluble en que la nocturnidad es el inicio y el fin.
La noche no es, en este libro, el espejo natural en que se superponen múltiples oscuridades. Es la otra luz, ese otro sitio, iluminado apenas por las sutilezas del adjetivo justo, robado a las sombras por el ritmo que enaltece oquedades, donde el sonido de versos medidos con el patrón de oro destinan cada inflexión de la voz al sitio que más nos ampara.
Carlos Pintado no ensombrece, funda en las sombras una luz otra que es la noche. “La noche avanza breve por mi cuerpo", dice convencido de que, sólo en la oscuridad, otras palabras pueden ser también la luz u otro dibujo valioso.

martes, 4 de noviembre de 2008

LAS VENTANAS DE OTRO / Juan Carlos Valls

Publicado originalmente en La primera palabra, el martes 4 de noviembre de 2008.
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De cualquier manera, el que sale o entra a un pueblo, o a cualquier otro sitio, que pudiera ser también un libro, piensa en alguien. Yo he entrado y salido varias veces en este libro con ventanas, como una casa o un pueblo, y no me he sentido cansado. He reposado. He sentido esa placidez que propician los rincones más húmedos de las casas en que se ha vivido la niñez (aún en el recuerdo) o los sitios especialmente conocidos de un pueblo al que volvemos después de muchos años. Es literal. Yo he vuelto a la poesía de Juan Carlos Valls después de casi dos décadas y la encuentro verde y fresca como la hierba, no en un búcaro metafórico, sino falseando a nuestro favor la aridez de este potrero baldío que es el exilio.Todos nos asombramos de cómo hemos podido llegar “a ser este amasijo de temblores”, pero nos ha alcanzado firmeza y pulso para escribir, para llenar este vacío de palabras, que nos permitan abrir cada día las ventanas, domestica o librescas, amargas o incuso inexistentes. El poeta reivindica ese derecho y su capacidad para hacerlo. Este libro es el testimonio de eso. Recuerdo mis primeras lecturas de su poesía, en un tiempo en que la mesa poética rebozaba, a diferencia de la mesa real, de manjares deliciosos. Mi degustación agradecida.Hoy, que tratamos en vano de aligerar la mesa real, este libro viene a poner manjares ha tiempo olvidados en la, usualmente magra, mesa poética, que nos obliga a tocar con frecuencia la puerta de los maestros. Elliot, Perce, Milosz, Rilke; se han librado por unos días de mis molestas e inoportunas visitas, pues he estado acá, asintiendo a veces, negando otras por puro disentir, y complacido siempre al final de cada texto, como quien ha cobrado una pieza, conejo a faisán, en un bosque que pareciera depredado. ¿Dónde ha estado el poeta en estos días? Seguro molestando a Rilke o a Cavafis, que eso es lo único que sabemos hacer, cuando no estamos apaleando nuestra memoria o nuestros precarios dones.

viernes, 24 de octubre de 2008

IX ANUARIO de la REVISTA LITERARIA BAQUIANA / Octubre de 2008

Miami / Estados Unidos.
Director Ejecutivo: Patricio E. Palacios.
Directora de Redacción: Maricel Mayor Marsán.

miércoles, 8 de octubre de 2008

COMO UN GOLPE DE SUERTE QUE NOS DEJA SIN ALIENTO

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Por Elena Tamargo.

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El paso del tiempo es como un gran filtro que retiene pocas cosas, y éstas de forma duradera. Ha dicho Hans Gadamer, ese gran filósofo alemán al que llaman el testigo del siglo, que “todo lo que ha hecho su entrada en la existencia duradera de aquello que denominamos literatura, se sitúa misteriosamente entre el entonces y el siempre"; tal vez este alto grado de selección sea toda la esencia de una obra personal, la poesía que más auténticamente ha perdurado en el relato de una vida, la del poeta, que ha conservado, entre sus infinitos instantes poéticos, un grupo de ellos, a los que ha salvado de naufragios, estéticas, modas, amores, ilusiones y desencantos, ideologías y hambres; su duración no es solamente una cuestión de supervivencia, sino más bien presente absoluto, eso que él ha considerado de actualidad eterna, libre de toda referencia de un presente original, y al mismo tiempo ya pasado.
¿Qué es lo que perdura en Los frutos del vacío, de Heriberto Hernández? Seguramente, a pesar de empezar en 1983 y terminar en 2006, este documento se trata del mismo texto pero sin el auditorio para el cual su lenguaje era apropiado; sin embargo, con la viva tensión entre unidad y multiplicidad, entre certeza inamovible y además cambiante: esa tensión que asegura la perdurabilidad de la obra de arte, porque la obra de un poeta no se presenta nunca de una vez; entre otras cosas porque nosotros no somos nunca los mismos de antes, las sensibilidades aparecen y desaparecen, los estímulos también, ese estímulo (Reiz) que Kant tan bien supo distinguir de la forma.
“En este cuarto pesa demasiado la luz/ las sombras son blanquísimas". Así empieza este libro en 1983. A aquellos ojos de él en el 83 les pesaba la luz, y eran blancas las sombras; El poeta pasaba “sin hablar de la herida” y “la orquestilla no tenía otro final que anochecer". En el año 87 Heriberto ya se había preguntado cómo entrar al vacío, y como Paul Celan, también creía poder encontrar a dios en la sombra y no en la luz como nos habían enseñado, “si hay que tener un dios para mojarse / ha de ser un dios frío y oscuro como el agua". Sin embargo, con el tercero de los libros aquí antologados, que le da nombre a la totalidad, también el objetivo del poeta estaba ya fijado.
Que este es el verdadero sentido de los procesos que cada libro expresa, lo demuestra el hecho de la permanencia de poemas que hayan vivido experiencias tan distintas, países, casas, escritorios y gavetas tan ajenos entre sí. Himnos, elegías, quejas e inculpaciones, asombros y desencantos; cuán grande fue el desplazamiento y la nueva dimensión que aportó la conclusión de la totalidad de la poesía de Heriberto Hernández. Es exactamente así como una composición poética alcanza su validez más perdurable, es así como desaparecen la casualidad de su origen, los primeros impulsos, las referencias al momento, hasta a la época, y la obra se vuelve infinitamente actual.
El poeta se expresa desde la luz y hacia la luz, la muchacha “siempre lleva luz", la tierra humilde es “parecida al vacío"; olvidado de los dioses entra la casa a su poesía para convertirse en una protagonista casi permanente. Él no sabe “a quién culpar” y al mismo tiempo busca “la ansiada acera en que la sombra calma". Mas, en la culminación de esta obra, todo lo material es una alusión que se introduce en la meditación de su discurso, una meditación distribuida en papeles aceptados, con un lenguaje dominado por un tono masculino del sufrimiento y del consuelo. De esa luz que el 83 arrojaba en torno suyo, “Verdades como templos” recibió algo semejante, determinado y duro, como una promesa segura de poder soportarlo todo: “Busco algo semejante a mí / en esta enorme caja de silencio”.
Un libro que empieza con estos versos, “En este cuarto pesa demasiado la luz", y termina diciendo:
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Es esta la luz, no puedes verla, la luz eterna
.........que ha penetrado todos los sitios,
.........la luz que podríamos imaginar inexistente
.........pues de ella somos parte.
No podremos verla como nunca imaginamos ver el aire
.........y en él innumerables veces nos hemos reclinado,
.........no podremos verla
.........y en ella existiremos aún sin nuestras sombras.
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es la obra de un poeta que sabe que no hay otra cosa en el mundo que pueda llamarse con más propiedad “afirmación", que la poesía lírica; de un poeta que vive para encontrar, también como Paul Celan, la verdad; es la voz responsable que nos permite reconocer por qué el poeta ocupa el lugar de todos nosotros, que no sólo ha emigrado de su isla, sino de lo evidente; sin embargo ¿no se trata también del regreso a lo que es común a todos?
La experiencia poética de Heriberto Hernández, en más de veinte años de trasegar, alcanza la universalidad que todos compartimos: la experiencia de la palabra que a todos nos representa. Porque como también dice ese testigo del siglo, “la palabra que no se hunde es el poema logrado, como un golpe de suerte que nos deja sin aliento".
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Nota: Estas valoración crítica fue escrita para la revista digital Decir del agua y publicada originalmente en la octava entrega el segundo ciclo, en octubre de 2008, página 14.

lunes, 6 de octubre de 2008

DESPUÉS DE GISELLE, EN BLANCO Y NEGRO / Isis Wirth

Publicado originalmente en La primera palabra, el lunes 6 de octubre de 2008.
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He terminado de leer el libro "Después de Giselle" (Aduana Vieja, 2008), de Isis Wirth. El libro es una selección de artículos, críticas, entrevistas y ensayos escritos entre 1987 y 2007. He ido haciendo apuntes y reflexionando mientras recorría cada uno de sus múltiples, y a veces paralelos, discursos. Hay muchas cosas, en mis apreciaciones de degustador profano y desconocedor de todo lo que no es sensorial y externo, que se han ido corriendo a un lado u otro, como cuando viene un decorador y corre los muebles hacia el sitio más favorable, más iluminado. Ese es el resultado de la primera lectura, y creo que otros vendrán de un análisis más profundo, de aspectos que me han interesado mucho y sobre los que he tomado nota para investigar y reflexionar con más conocimientos de causa.
El ballet, como el resto de la artes (o como una disciplina "umbrella" de todas ellas), no se mantiene ajeno a su realidad y aunque se pretenda crear una realidad escindida de su tiempo, el proceso se hace cada vez más contraproducente o camina rápidamente hacia el sitio del que se supone ha de alejarse. Una técnica con reglas-dogma, con estructuras y preceptos intangibles, no se convierte en una formula infalible de acceder a la trascendencia. Congelar no siempre preserva, y yo me pregunto si no ha sido esta la máxima en esta carrera de relevos que ha garantizado la supervivencia del espíritu de la danza. La autora nos guía por una galería de imágenes, de deidades; usando con precisión de timonel veneciano, las arboladuras de la entrevista, la filosa prestancia del nao transfigurado en artículo coyuntural, que logra aferrarse a lo trascendente esencial; o la especificidad sólida de nave insignia, de galeón, que proporciona el extender minuciosamente las ideas sobre un mapa de meridianos claros y notaciones precisas, que prefiguran el discurso del ensayo, para exponernos su poco ortodoxa visión de la danza.
Creo confirmar que, acaso por esto, cuando se habla de otras artes se puede hablar de cuadros, libros, incluso de una puesta en escena en el teatro o la ópera, y cuando se habla de ballet en imprescindible hablar de personas, de una bailarina o bailarín específico, como único modo de perpetuar la inmutabilidad del rito. El sentido particular que lo clásico adquiere en el lenguaje de la danza, pareciera formular la autora, o tal vez estoy queriendo entender yo, responde a la particular forma en que la danza ha ido formulando su notación, su mecanismo de defensa contra el natural olvido en que es susceptible de perderse lo gestual, dada la fragilidad y lo poco objetiva que puede ser hasta la más concienzuda descripción, cuando no hay parámetros que establezcan las coordenadas del cannon.
Por otra parte, especular sobre el paradigma de la morfología como condicionante de la ascensión, sobre el carácter sacro de un patrón de perfección, en que lo osteo-muscular impone un parámetro inmutable, enriquece la visión de lo danzario reivindicando la posibilidad de que, aún reconociendo la necesidad imperativa de privilegiar la regla, se reconozca un espacio a la excepción. Merece mi mayor atención, por lo sorprendente, como la autora da a la danza el privilegio de la duda, en cuanto a disciplina capaz de reinventarse sobre los huesos pretendidamente inamovibles del dogma clásico, lo cual de alguna manera incorpora al concepto (en los dominios exclusivo y excluyentes del lenguaje coreográfico) un valor agregado, que creo poder achacar a el triunfo de la individualidad sobre lo común. Creo que estoy hablando más de mis dudas que de mis certezas, y es que estas últimas no darían para un par de oraciones.
Para concluir, la autora reserva una pieza que vuelvo a leer para terminar estas notas. La negación de la opinión como elemento de enriquecimiento, pareciera justificarse en el origen y por la finalidad que le diera al Ballet un lenguaje, una notación legitimadora. La verticalidad imperativa, desde lo alto hacia la superficie en que todo se hace terrenal e impuro, pretende fundar la posibilidad de ascensión, de conquista de lo etéreo, y dar a seres imperfectos una suerte de pasaje a lo divino. Se sustenta con argumentos poderosos, y la realidad gozosa exhibe los ejemplos más sólidos bajo los anocheceres lechosos del totalitarismo ruso, o bajo los influjos de aromas frutales en que no puede ocultar sus imperativos el voluntarismo brutal de la Cuba castrista. El paralelo no niega al ballet su suerte de cisne que muestra ileso su plumaje blanco, aunque lleve siempre en si la sombra que le define, el cisne negro.

lunes, 22 de septiembre de 2008

EQUÍVOCO / Félix Luis Viera

Publicado originalmente en La primera palabra, el lunes 22 de septiembre de 2008.
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Termino de leer La que se fue, antología de los cinco libros publicados desde el año de 1976 hasta 1994 por el poeta cubano Félix Luis Viera y La primera palabra que me viene a la mente es equívoco. Y digo equívoco y no error o equivocación, porque no serian palabras exactas para describir la sensación de estar contando algo que apenas puedes entender, de estar en el sitio equivocado, de no saber si la constatación de la ausencia o el vacío es parte esencial de lo poético o su materia misma. El poeta, por caminos diversos llega siempre al mismo sitio y allí está ya de algún modo, porque este es un viaje, el mismo, eterno. Se reencuentra con el que fue al final de numerosos viajes y los textos no son más que la crónica, el relato nada objetivo, los apuntes en el cuaderno de navegación o en los borde del mapa. Pero, ¿Qué hay en este lugar al que insiste en llegar repetidamente? ¿Qué puede sustentar dedicar una vida a intentar llegar, desde y por todos los caminos, a un sitio conocido, siempre el mismo? Sólo la duda, la presunción de que puede ser de otro modo. El equivoco, no el error, deja un margen estrecho en que naufraga la regla, el dogma y puede sobrevivir la poesía.

lunes, 8 de septiembre de 2008

LA PALABRA PLACER Y OTROS POEMAS / Gonzalo Rojas

Publicado originalmente en La primera palabra, el viernes 8 de agosto de 2008.
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Gonzalo Rojas es un asombroso caso de vitalidad y auténtica vocación. Leo una selección de su poesía editada por la Fundación TELMEX, al cuidado de la poeta cubana Elena Tamargo y La Primera Palabra que me viene a la mente hallazgo. Encontrar en un poeta contemporáneo la sensibilidad trascendente de los clásicos, una desafiante vocación lirica (en el sentido mas primitivo) y el impulso, siempre latente y muchas veces manifiesto de violentar todo orden (ejercicio de poder si se busca en la esencia), romper todo canon (probar su fragilidad) es algo que nos sucede cada muchos libros, cada muchas horas de lecturas baldías, cada muchos regresos al inicio del agua en la clepsidra. Gonzalo Rojas es uno de esos arqueros que afila las palabras como dardos, que extiende la mirada y su arco describe una parábola en que cada saeta, cada palabra, encuentra su costado indefenso.

lunes, 4 de agosto de 2008

QUE EL GESTO DE MIS MANOS NO ALCANCE / Arístides Vega Chapú

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Publicado originalmente en La primera palabra, el lunes 4 de agosto de 2008.
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Arístides Vega es un isleño vocacional, y digo isleño y no cubano porque para él, Isla y Cuba son sinónimos. Un espacio limitado por agua, aguas que le compulsan a pararse en el centro. Náufrago, es La primera palabra, y no se me ocurre otra, aunque no sea exacta. No ha navegado o zozobrado en barco u objeto flotante alguno. Nació ya en una isla en medio del mar y ha tenido que propiciarse todo medio de subsistencia (poética).
Corrían los primeros años de la década del ochenta, aún se sentía la sombra negra del Mariel, con su vergonzosa ola de represión, y nuestra generación empezaba a mirar la vida del país con inquietud. Las librerías nos devolvían la sensación de que había que “buscar atrás” o mirar allende el mar. Traducciones del “Anábasis” de Saint-John Perse (de Heberto Padilla) o la traducción (amanerada versión) de Lezama de “Lluvias”, una pequeña edición (con el cuadro “Tierra” de Fayad en la cubierta) de la “Tierra Baldia” de T.S. Eliot, Rilke, Mallarmé, Paul Valéry (en la excelente traducción de Mariano Brull) fueron descubrimientos sucesivos que ayudaron a paliar la coral y laudatoria (a la Revolución) oferta de las librerías. El “salto atrás”, no sólo nos hizo releer, como quien busca una luz al final del túnel, todo el diecinueve cubano. La república, con el emblemático Poveda o el íntimo Ballagas; nos llevó derecho a “Orígenes”, como una balsa flotando en el mismo mar desde los tempranos treinta y aún dando bandazos.
Por esa época conocí a Arístides Vega Chapú. Recién regresaba de La Habana (a Santa Clara) después de un intento fallido (por suerte) de estudiar derecho. Comenzábamos a vernos a menudo un grupo en el que se recuerdan además los poetas Pedro LLanes, Frank Abel Dopico, Joaquín Cabezas de León, y el narrador Evelio Capote (ya fallecido), entre otros. En el departamento de sus padres (en los altos de las oficinas del PCC provincial), sitio de encuentro, escuchábamos música, que no hubiese oído nunca de otro modo, y nos reuníamos para ir a alguna actividad cultural o simplemente para leer o conversar. Su manera de escribir (y de vivir) fue cimentando una amistad que los años y mi admiración sólo han fortalecido.
He recibido, recién, una antología de su poesía que he leído de una manera muy peculiar. Los primeros textos (de los primeros libros) me sonaban tan cercanos que recordaba largos pasajes como si los hubiese escrito. Algunos poemas revivieron los momentos en que fueron escritos o en que los escuché por primera vez, y confirmé la vieja certeza de que Arístides reúne en su obra todos los sueños (muchos truncados) y todas las frustraciones de una generación. La generación (como quieran llamarla) que abrió los ojos con la bofetada del Mariel, dinamitó el monolítico discurso “setentero” y recapituló los anales de la literatura cubana, reclamando un espacio para la individualidad. Ese espacio estaba ya implícito en cada verso.
Después de muchos años, leyendo de un modo fragmentario su obra, poder apreciar reunida una muestra amplia y representativa de cuanto ha escrito, permite constatar como el discurso, lejos de hacerse mas discreto o decantar excesos e improntas de juventud, se mantiene vivaz y minado de desvaríos emocionales, personales referencias y voluntariosos giros que contradicen su actitud reflexiva y ecuánime.
Se habló muchas veces en el pasado, de una vocación en que el tema familiar genera el contexto básico en que se estructura su sensibilidad poética. Hoy tiendo a pensar que el poeta construye nexos para atar (poéticamente) sus temas, sus preocupaciones, sus especulaciones, muchas veces con visos de obsesión existencial, a una referencia cercana, conocida, “familiar” en la otra acepción. La intención de hacerse entender sin dar detalles, sin explicar por qué, no es más que la proyección de su necesidad de entender y su voluntad de ver desde dentro.
Arístides sigue siendo un sobreviviente, enraizado cada vez más en el centro de su isla. Allí ha construido una cabaña con los restos de cada naufragio. No mira hacia el mar, hacia el horizonte, porque no espera nada de las aguas que le rodean como una maldición. Todo lo necesario, lo esencial, esta bajo el árbol más cercano, en la humedad de la sombra y el sabor del fruto.

martes, 15 de julio de 2008

VIENDO ACABADO TANTO REINO FUERTE / Roberto Méndez

Publicado originalmente en La primera palabra, el martes 15 de julio de 2008.
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Uno se doblega ante las palabras cuando estas encarnan lo que uno piensa. Uno siente, constata, que no ha podido convocarlas. Esa complicidad con el artífice que “te ha robado", que las estaba usando justo cuando tú las requerías, con el tiempo puede convertirse en devoción. Es esta la primera palabra que se me ocurre. Siguiendo con esta serie de notas (que son ya una saga de la poesía de los ochenta), voy a comentarles un libro que, aunque no ha sido una sorpresa, es una confirmación. “Viendo acabado tanto reino fuerte” ha llegado azarosamente a mis manos, y es un libro que en unas semanas no he dejado de releer, incluso de la forma que uno reserva para los clásicos.
Después de leerlo avisado, acucioso, para decodificar sus innúmeros acrósticos; después de leerlo degustando página a página el fluir eurítmico de un aliento familiar y amigable, cercano, ha permanecido durante muchos días al alcance de la mano, ansiosa de ocio, para en el más breve tiempo, en el más sutil intervalo vacío de imperativos vulgares, abrirlo en la página que el azar nombre, y volver a sentir esa sensación de órgano en la tarde o de alimento exótico. Pocos, incluso en nuestra generación, apreciamos en los inicios, el poder fundacional de la poesía de Roberto Méndez. El respeto era un denominador común a todos, pero sólo el tiempo y los valores sostenidos de una poética singular convirtieron esa consideración en necesidad y gusto por su poesía.
Desde sus primeros textos, (de “Carta de relación” o “Manera de estar solo”, que leímos detenidamente por esos años) el poeta tiene ya un camino, custodiado de catedrales góticas, basílicas con frescos bizantinos, o transitado por monjes, poetas latinos o griegos, filósofos y bailarinas orientales; toda una figuración, selva simbólica o referencial, que usualmente confundía al lector, incluso entrenado. El sello de “libresco” u “oscuro”, tenia muchos sitios de los cuales colgarse: una gárgola acá, o una almena, arbotante o asta de siervo, bastaban al efecto. Así es de fácil hacer etiquetas, como difícil es borrarlas. El poeta siempre estuvo consciente, muchas veces lo dijo con una sonrisa cómplice.
Su obra ensayística ha sido una forma creativa, edificante, de ser dadivoso, de ejercer con bondad una venganza poética. Pero la poesía no se ha recluido a rumiar su savia en un discurso de autocomplacencia. Nunca con más lucidez y de un modo más corrosivo, ha cuestionado un poeta la aridez medieval del canon hegemónico impuesto por la cultura oficial. Ya en sus primeros libros se levantaba un mástil en que se izaron, una tras otra, las banderas del humanismo, del cuestionamiento ético y filosófico, de la resistencia inteligente del conocimiento ante el fanatismo ideológico o la polarización política. Una poesía que construye baluartes, fortifica, desde la sustancial idealización del modelo negado: el hombre uno, ante el dilema de la existencia.
Este libro puede leerse como un inventario de lo que logró salvarse de las llamas en la gran biblioteca de Alejandría. Puede leerse como un manual para reconstruir, rearmar la cúpula quebrada, los fragmentos dispersos de la utopía. Puede leerse como un misal de reconciliación con los símbolos hipertrofiados o sobreevaluados de nuestras malogradas convicciones de ha tiempo. Puede leerse como ejemplo de que se puede cenar pan blanco, beber agua fresca, madurando la pasión sin reverenciar el sacrificio. Este libro puede leerse, debe leerse de cualquier modo. Nunca más oportuna lectura, quizás por eso demorada, (se publico en el año 2001) esta que nombra todos nuestros objetos de adoración y de repudio, con idéntica “claridad", con igual pasión, con igual devoción.

martes, 1 de julio de 2008

MUERTE DE NARCISO / José Lezama Lima

Publicado originalmente en La primera palabra, el martes 1 de julio de 2008.
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Releo, después de muchos años, su primer libro y siento que no es solamente un asombroso caso de madurez. Es un acto de convicción manifiesta. La Primera Palabra que puede definir este acto de lucidez es “elección” ya que Lezama sostiene siempre, defiende, la observancia de la opción depuesta. Asoleándose ya en los balcones de su espejeante sensibilidad tropical, José Lezama Lima entra por la puerta facetada de la poesía cubana con un poema que, como una cometa china, sostienen dos cuerdas: una de seda negra, en la que hace equilibrios la muerte y otra, multicolor, donde se confunden la ansiedad y la sorpresa que anteceden el goce, y el despliegue en que galopan los sentidos liberados del ejercicio de la razón. En Muerte de Narciso el dardo, portador del pasaporte dorado a la ascensión, ha partido, incluso antes de que se constate la inminencia de la muerte. El tiempo, la fracción de tiempo, puede ser descrita, y en tanto degustada. Para Lezama, el inicio y el fin no son más que las cotas de un recorrido, una fracción de tiempo, como la tajada de una fruta, en que el hombre se complace. Se agota en sí, se entrega en la mano ahuecada, apagando la sed del labio que puede nombrarle:
….
Mano era sin sangre la seda que borraba
la perfección que muere de rodillas
y en su celo se esconde y se divierte.
Siempre bordeando los frisos de la euforia, logra extender la vista y ver en derredor los signos de la inminencia, la línea donde algo termina. Dejarse troquelar por las exigencias de la vigilia, del estar atento al instante en que se producirá el hecho, sujeto de iconografía o versificación, no nombrará las sutilezas de lo que, una vez consumido por la fugacidad en que transcurre, se reproducirá innumerables veces de un modo igualmente degustable.

En chillido sin fin se abría la floresta
al airado redoble en flecha y muerte.
Ha captado, desde su calendario de siestas y retretas, que la gravedad se asienta sobre la clave lenta que marca, repetida, multiplicada, el tiempo. El tiempo lento que da margen a la eclosión del discurso, en que pueden desplegarse la saliva, los fluidos todos, para ahogar la innúmeras sensaciones.

Granizados toronjiles y ríos de velamen congelados,
aguardan la señal de una mustia hoja de oro,
alzada en espiral, sobre el otoño de aguas tan hirvientes.

Dánae teje las floraciones, los olores, los sabores. Diluye en esa corriente de aguas que no devolverán su imagen, que no pueden reproducir la ascensión anunciada de Narciso, la pulpa jugosa de los frutos del goce. Es el poeta, que aún en su juventud, no desatiende las formalidades que le impone su predisposición a juzgar las magnitudes sobrehumanas, las dimensiones que le exceden, sin encerrarse en el soliloquio castrante de la fe.

El río en la suma de sus ojos anunciaba
lo que pesa la luna en sus espaldas
y el aliento que en halo convertía.
Lezama no duda, y no dudará en lo que resta del poema, (y de su obra, y de su vida,) dejándose arrastrar por una corriente en que naufragan el dogma, el sentido de lo perdurable o inamovible, de lo eterno. El poeta, atento a los reclamos que han de hacerle, atento al pez de ojo vítreo, a su mirada profunda de mármol, levita y escribe.

Pluma morada, no mojada, pez mirándome, sepulcro.
Lenta se forma ola en la marmórea cavidad que mira
por espaldas que nunca me preguntan, en veneno
que nunca se pervierte y en su escudo ni potros ni faisanes.

Y escribe, que es oficio eterno, muchos inicios cada vez, y muchos abismos que parecen el fin. Esa será la elección: morder el fruto, palpar la carne, escuchar el susurro de toda ave o el silencio. Tirar de la cuerda que puede liberarnos de la negación que reproduce el espejo.

Húmedos labios no en la concha que busca recto hilo,
esclavos del perfil y del velamen secos el aire muerden
al tornasol que cambia su sonido en rubio tornasol de cal salada,
busca en lo rubio espejo de la muerte, concha del sonido.
El poema es una afirmación más que una tesis. El poeta se reconoce dispuesto a ofrecer el flanco, a pagar el diezmo por su acto de afirmación y su osadía.

Chorro de abejas increadas muerden la estela, pídenle el costado.

Lo ha escrito y es el comienzo. Un inicio que se reduce a desafiar el fin y a loar la finalidad. Recomenzará siempre, como una canción en que se hace honores a lo previsible y sin embargo se obtiene el ennoblecimiento en la sorpresa. El azar en que concurren las saetas de los sentidos, recompensará su vocación hedonista y apartará de su paso asmático las claves que tornan la palabra en hielo.
Su obra posterior lo confirmará.

domingo, 13 de abril de 2008

BREVIARIO PARA REGRESAR AL LABERINTO DE ESPEJOS

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Por Manuel Sosa.
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I
Rodeado de todo lo que se diluye, la carga de una generación, la estancia fugaz que identifica al rapsoda moderno, Heriberto Hernández ha sabido prevalecer. Y no ha sido la astucia de quien se compara con las sutilezas y avanza sobre ellas. Es su manera de concebir la poesía, una línea intachable que suma elementos del territorio siempre cambiante: línea que además traspasa los accidentes y se aleja hacia lo invisible, sin ser importunada. Para explicarlo mejor están sus libros y lo que algunos antólogos han creído recoger: una vocación lírica ya cumplida en su primer esbozo. Con La patria del espejo, cuaderno de la intemporalidad, captó el registro esencial del cambio poético que se venía ensayando en la isla desde finales de los setenta. Gracia adquirida por obra de la imagen, sus claves no denotaban encausamiento o aplicación de un credo en ciernes, pues el poeta ya ejercitaba sus dones con serenidad de artífice. Pacto antiguo desde las palabras, reverencia acompasada que sabía recogerse o extenderse más allá de la atmósfera en cada pieza, así su dominio se advertía en medio de aquel concierto plural. La voz de Heriberto Hernández era reconocible desde entonces, tersa y profunda.
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II
Dibujar sus coordenadas, hallarle en ese índice siempre moldeable que la Antología prefiere aquietar, es usar otro tipo de decantación. Pero habrá que describir su extraña pertenencia al entrecruzamiento de círculos, allí donde termina el deleite holístico y comienza el asimiento de lo privativo, nociones del Ideal grabadas como espécimen. Aplíquese esta oposición a la lírica cubana y se podrán obtener los dos énfasis que nunca consiguen atemperarse. Unos se dejan llevar por espejismos de prosodia, otros por gradientes de emotividad. Donde Heriberto Hernández siembra visión propia, la esencia de su norma se extiende en fluidez: llevar consigo la cautela de los maestros, dudar de las expresiones copiosas que hechizan al discipulado, no olvidar que ofrecerse como heraldo no implica ceder voz, saber cuándo sofrenar lo basto que pugna por ser terneza. Habiendo escogido su terreno, reducto del mejor vertimiento, prosigue imperturbable: la búsqueda se amplía, se hace omnisciente.
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III
El secreto de las formas, otra condición del ritual que termina en confidencia, siendo poema y desvestimiento: así la espada conoce las virtudes de su filo. ¿Pudiera el cincel convertirse en guía, robando el ardor de la mano? ¿Ha de prefigurar el molde lo que sabrá contener? Es cierto, el versículo imprime una solemnidad que no siempre se procura, pero amplía la perspectiva de quien rebasa el latir del renglón y de quien agiliza las pausas. El poeta se adueña entonces de otra manera de respirar, nos va conduciendo alígero hacia su fin, por medio de una verticalidad que no sospechamos por más que participemos. Entiende que ese discurrir determina la efectividad de su mensaje, y ello explica la insistencia de un libro a otro, haciéndose más determinante en Discurso en la montaña de los muertos, donde se constata el acecho de una gelidez a la que toca describir con toda la entereza posible. En Los frutos del vacío reanuda su fascinación por el soneto, lujosos alejandrinos que le complementan el ordenamiento ideal de su certidumbre. Lo que las formas quisieran restringir el poeta libera y restituye. La espada puede tajar o pender, y también ser argumento de poesía.
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IV
Leer y releer a Heriberto Hernández es descubrir un sistema de compensaciones, que se inicia con deudas aparentes y rupturas encubiertas. Es difícil evitar la tentación de buscar desprendimientos, siguiendo el compás del velo inicial: símbolos y símbolos del verse reflejado, del cruzar un abismo, del mirarse a contraluz. Pero esa actitud desaparece al percibirse la unicidad del discurso, confianza en el verbo que exuda mansedumbre, confianza en la atinada recreación de un estado que se anhela verificar a toda costa. A las pobres ediciones de sus libros, todo un símbolo de la quimera insular, siguieron el exilio y su parte correspondiente de silencio. Justo cuando se echaba de menos la proverbial astucia, pudo reintegrarse al ruedo más exigente con Las sucesivas puertas, el frágil aire eterno, escrito desde la taimada sustantividad, la que le hace (aún) replegarse a veces y seguir llenando pliegos. Un cuaderno breve y vindicatorio, robado al celador insomne. Una manera inusual de regresar al laberinto de espejos, donde comenzó todo. Y es que el hombre, luego de romper cada una de sus refracciones, siguió bordeando las apariencias, buscando redimirse en otros destellos. Ha de ser un arte difícil el de componer los fragmentos y reanimar el quebrado fulgor.
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V
Los mapas de poesía cubana, por mostrarle, nunca han sabido representarle. Y no está de más el intentarlo con un trazado sucinto: recreador de atmósferas, solvencia verbal que supera lo meramente expresivo, examen incansable de las simbologías, dispensador de lenitivos, mesura y veracidad, melancolía altiva (la única que resulta tolerable), grácil tratamiento de los conceptos, dominio del ritmo natural. Lectura que es hilo conductor hacia el origen. Certeza de que la palabra nos aparta al fin, para hacernos indagar por el rostro que falta en los espejos, el nuestro.
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MANUEL SOSA: (Meneses, Cuba, 1967) Poeta. Licenciado en Lengua y Literatura Inglesa. Ha publicado los libros "Utopías del Reino" (Premio David 1991, Premio Nacional de la Crítica 1993), "Saga del tiempo inasible" (Premio Pinos Nuevos 1995), "Canon" (2000) y "Todo eco fue voz” (antología, 2007). Reside en Atlanta, Georgia.
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Nota: Estas valoración crítica fue escrita para el blog La finca de Sosa, y publicada originalmente el 13 de abril del 2008. El diseño de la portada se ha realizado a partir de una obra original del artista cubano Ramón Alejandro, al igual que los grabados que ilustran los interiores del libro.

viernes, 7 de marzo de 2008

LOS FRUTOS DEL VACÍO / Bluebird Editions, 2008

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Por Manuel Sosa.
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Viene por fin la poesía de Heriberto Hernández a desasirse de liturgias corales, como dádiva cumplida en la imagen, laminario de escorzos que devuelven la mirada y las intenciones, lienzo que esplende a solas y que es copiado en secreto por los propios depositarios. Un libro que nos hará repensar el aparente sosiego del canon que ya casi trazan sobre el mapa literario actual. La donosura de habernos ofrecido un compendio de apólogos, cromos que se bastan a sí mismos y que terminan concatenándose, puede palparse en este tratado de misterios donde se magnifica el lujo y se bebe aguamiel para resucitar.
Gran urdidor de atmósferas, logra el poeta que no se trunque la fluidez natural del versículo, y nos va llevando imperceptiblemente al término que desea. De un cuaderno a otro, buscando el vínculo progresivo, han de encontrarse revocaciones de pactos, ritos del ayer que sustentan (mejoran) el presente, y son el Poema por sobre la escritura. Pese al empeño de esas liturgias, país, tradición, canon de máscaras, que pretenden enmarcarle y describirle, su poesía se ha convertido en símbolo de ubicuidad.
Así, reescrita su permanencia en la paradoja del destierro, ha de ser su palabra la que busque exhibir, ya limpias, las clásicas armas: rasgos serenos, tesitura conceptual, virtuosismo y sentimiento. Guardar este raro volumen, repasarlo en la soledad que antecede al bóreas, es hacerle justicia a Heriberto, cuya voz insiste desde el alba, sin inmutarse. Poesía que ha logrado un sistema infalible de retribuciones, verbo y juicio en justo equilibrio, y que sabe aposentarse en los umbrales, y ramificarse.

Edición: Carlos Pintado y George Riverón.
Diseño maquetación: George Riverón.
Cubierta e ilustraciones interiores: Ramón Alejandro.
Nota de contraportada: Manuel Sosa.