.
La poesía es un suceso nocturno, su escritura. El ejercicio medieval de ir al encuentro de la palabra que ha de nombrar cada acto, cada gesto en que recordamos haber estado, hemos de incurrir, o soñamos perpetrar con entera premeditación, nos hace cómplices del par indisoluble en que la nocturnidad es el inicio y el fin.
La poesía es un suceso nocturno, su escritura. El ejercicio medieval de ir al encuentro de la palabra que ha de nombrar cada acto, cada gesto en que recordamos haber estado, hemos de incurrir, o soñamos perpetrar con entera premeditación, nos hace cómplices del par indisoluble en que la nocturnidad es el inicio y el fin.
La noche no es, en este libro, el espejo natural en que se superponen múltiples oscuridades. Es la otra luz, ese otro sitio, iluminado apenas por las sutilezas del adjetivo justo, robado a las sombras por el ritmo que enaltece oquedades, donde el sonido de versos medidos con el patrón de oro destinan cada inflexión de la voz al sitio que más nos ampara.
Carlos Pintado no ensombrece, funda en las sombras una luz otra que es la noche. “La noche avanza breve por mi cuerpo", dice convencido de que, sólo en la oscuridad, otras palabras pueden ser también la luz u otro dibujo valioso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario