viernes, 14 de noviembre de 2008

LAS VERDADES DE HERIBERTO HERNÁNDEZ

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Por Félix Luis Viera.
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La pujante Editorial Iduna, radicada en Miami, se está convirtiendo en una especie de “equipo de rescate” de la obra inédita de talentosos escritores residentes en aquella ciudad, y de un poco más allá; ya hoy en día cuenta con un catálogo envidiable de talentosos autores cubanos exilados. La más reciente publicación de Iduna, Verdades como Templos, poemario de Heriberto Hernández Medina, confirma con creces lo antes dicho.
Conformado por tres partes –o quizás por tres poemarios– esta entrega de Hernández Medina ratifica lo que ya anunciara cuando diera a conocer sus primeros textos en la década de 1980: se destacaría entre sus contemporáneos por un verso esbelto, cadencioso, pero sobre todo por la polisemia del contenido, por la hondura de la imagen que, no obstante, resulta asequible.
Verdades como Templos, si bien comprende tres períodos de creación (“Los frutos del vacío”, piezas escritas aproximadamente en el decenio que finaliza en 1996; “Las sucesivas puertas, el frágil aire eterno", 1997; y “Verdades como templos", 1998-2006) lo cierto es que resulta de una unidad de estilo que afianza lo que hemos referido antes: Hernández Medina, a lo largo del tiempo, a lo largo del libro, mantiene aquella misma cuerda, y ese tono alto aún en los poemas más breves –que son pocos–, así como en los de menor fulgor en cuanto a contenido.
Difícil resulta entresacar ejemplos en un libro como el que nos ocupa, sobran los poemas que pudieran registrarse en las más exigentes antologías de la poesía cubana (de “adentro” y de “afuera") de la actualidad.
En la primera parte, desde el poema que inicia, “A quién culpar", observamos una alusión subyacente, un mundo apenas referido que va corriendo, angustia de por medio, por debajo de cada verso –he aquí, más que en las dos secciones posteriores, la polisemia antes citada–: la aflicción pincha en uno y otro poema, en uno y otro verso, como sucede en “No puedo asegurar":
No sé si será cierto que cuando callo nombro
la verdad que me mata o el miedo que me alienta,
avisa el poeta en este poema que, junto a “Hanging Judge”, “Panóptico” (de un muy logrado corte narrativo), “El Desterrado” y “Los Frutos del Vacío", se hallan entre los más altos exponentes de esta primera parte.
La segunda, “Las sucesivas puertas, el frágil aire eterno”, tiene como basamento fundamental cierta profundidad filosófica, sentenciosa, y, en alguna medida, se infiere, proponente.
En mi opinión es esta la parte más lograda del libro, aunque no resulten imprescindibles los epígrafes que, para cada poema, selecciona el autor (o, tal vez, él fue, en cierta medida inconscientemente, “seleccionado” por el contenido de las frases de otros con las que abandera los poemas), puesto que el valor de cada pieza no necesita calzo alguno: por el contrario, las inscripciones que encabezan los poemas les restan soberanía. Aun así, reitero que es la zona más alta del libro, donde más se luce la capacidad reflexiva de Hernández Medina, la que más matices para la reflexión propia nos envía. Destaco los poemas VII, VIII
No intentes mirar al cielo,
allí sólo has de encontrar luces vacías como las ciudades,
IX
quien dice muchacha ha dicho puerta,
quien dice un nombre de mujer
ha dicho puerta y ha grabado un número
y el XI, ejemplar en cuanto a transmutar elementos de lo cotidiano en valores de la universalidad.
La tercera parte, o el tercer poemario, “Verdades como Templos", que le da título al libro, es la saudade por los caminos recorridos, los restos de lo vivido en otras tierras, Cuba, Perú (donde estuvo exilado antes de partir para Estados Unidos) y ciertos sitios de Florida donde habitara para luego fijar su estancia definitiva en Miami. La saudade digo y por eso andan por aquí los versos más desgarradores del libro: “Un juego en la Nieve"
El tiempo no ha de importar,
no ha de importar la ausencia de la dama en el andén,
“Llegan cartas", poema en cuatro tiempos que parece resumir todos los dolores que causa la lejanía de la tierra, la casa natal y “Lamento”
En el ya próximo cielo de Lima,
esos astros velados por la niebla
son como mi memoria
simples testigos de cuanto he deseado olvidar
y cuanto olvido,
“Domingo en Chosica” y “Ese silencio” se hallan entre los más representativos de este manojo de suma fuerza dramática que, nunca, va a desembocar en el melodrama, aunque aquí y allá asome la lágrima contenida.
Nacido en 1964, en Villa Clara, Cuba, con Verdades como Templos, Heriberto Hernández Medina nos entrega un libro que se disfruta de principio a fin, un libro que deja marca en nosotros y, en la poesía, huella.
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Nota: Escrito originalmente para Cuba en el mundo.com, y publicado en México, el 14 de noviembre del 2008.
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Félix Luis Viera: Poeta, cuentista y novelista, nació en Santa Clara, Cuba, el 19 de agosto de 1945. Ha publicado los poemarios: Una melodía sin ton ni son bajo la lluvia (Premio David de Poesía de la UNEAC*, 1976, Ediciones Unión, Cuba), Prefiero los que cantan (1988, Ediciones Unión, Cuba), Cada día muero 24 horas (1990, Editorial Letras Cubanas), Y me han dolido los cuchillos (1991, Editorial Capiro, Cuba) y Poemas de amor y de olvido (1994, Editorial Capiro, Cuba); los libros de cuento: Las llamas en el cielo (1983, Ediciones Unión, Cuba), En el nombre del hijo (Premio de la Crítica 1983. Editorial Letras Cubanas. Reedición 1986.) y Precio del amor (1990, Editorial Letras Cubanas); las novelas Con tu vestido blanco (Premio Nacional de Novela de la UNEAC 1987 y Premio de la Crítica 1988. Ediciones Unión, Cuba), Serás comunista, pero te quiero (1995, Ediciones Unión, Cuba), Un ciervo herido (Editorial Plaza Mayor, Puerto Rico, 2003) y la noveleta Inglaterra Hernández (Ediciones Universidad Veracruzana, 1997. Reediciones 2003 y 2005).

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